lunes, 21 de marzo de 2011

BIENVENID@ A LAS NUEVAS CLASES SOCIALES: LOS TARGET

Hace un tiempo tuve la oportunidad de ver la película francesa "La clase" de Laurent Cantet, donde un joven profesor, bajo un argumento muy recurrido últimamente, intenta motivar a sus alumnos en un colegio situado en una zona conflictiva. El falso documental muestra un microcosmos que representa la pluralidad de la sociedad francesa y, en general, de la sociedad europea y norteamericana. Digo esto porque, salvo matizaciones, la película ejemplifica unas desigualdades existentes también en nuestro país: conflictividad, bajos recursos, un acceso muy limitado al conocimiento y un choque de culturas llevado al máximo.
En nuestro querido país ibérico tenemos una cultura muy "nuestra" y en líneas generales nuestro nivel cultural dista mucho de acercarse al europeo; predomina una sociedad con un gran porcentaje de la clase proletaria, una clase proletaria que, al igual que todo el país se ha creído durante unos largos años que estábamos en la élite mundial y que ahora, con la tan nombrada crisis, ha visto como no dejan de resurgir las carencias de nuestra sociedad. Nos hemos basado en el consumo puro y duro, con alguna que otra reforma social y ligeras leyes de apoyo a las clases más bajas, con la constante esperanza de que aunque seas proletario, o ni siquiera eso, puedas salir de esa clase en la que te "colocaron" sin ni siquiera desearlo, todo gracias a los "logros personales". Nuestras clases sociales son más cerradas de los que nos quieren hacer creer; en lugar de cambiar la cultura y comenzar a trabajar como un país unido, la política actual se llena la boca con palabras de apoyo y propaganda barata cada vez que suben un mínimo porcentaje los impuestos de los más pudientes, pero diciendo por lo bajini que, aunque no nos guste, lo pagaremos con especial cariño los proletarios, cada uno de esos ciudadanos que, citando al grupo SKA-P, pensarán: "No tengo un puto duro, pero sigo cotizando a tu estado del bienestar".

Pero, ¿dónde está el problema? No es un problema que haya causado simplemente el capitalismo, la raíz se halla en la falta de conocimiento. Es un maldito bucle: si no tienes dinero no puedes culturizarte, si no te culturizas, te estancas, si te estancas, te frustras y sigues en el mismo punto en el que comenzaste, ¿y cómo no? La publicidad alimenta este círculo cerrado. La cultura es un derecho, no un privilegio, pero como ya sabemos, el capitalismo no habla de derechos, ni siquiera la pseudo-democracia en la que vivimos.
Pero muchos dirán que con la aparición de otras culturas se podría cambiar las carencias que tenemos cada uno: si se mezcla como se tiene que hacer, perfecto, pero sino, caemos en un abismo de incoherencia, intolerancia y desigualdades extremas, haciendo que ese gran porcentaje de inmigrantes que viven dentro de nuestras fronteras se integren automáticamente en las clases más bajas, que lleguen con la etiqueta de escoria; y es que el ser humano necesita creer que hay alguien por debajo de él... mientras que la publicidad te dice todo lo contrario: siempre hay alguien mejor que tú, ¿no quieres intentar cambiar eso? ¿No te cansas de ser infeliz? Visto esto, me remitiré a lo dicho en mi anterior entrada: la publicidad maneja nuestras vidas, nos entretiene y nos distrae buscando una meta banal mientras que "alguien" se beneficia de nuestra dispersión mental, de nuestra ignorancia y superficialidad. Para muestra un botón: una diferencia que se ha convertido en una desigualdad: la obesidad o el simple hecho de "tener unos kilitos de más".

Puede sonar un poco extremista, pero intentaré explicarme. Queda claro que la constitución física es una diferencia y que salvo casos de salud física no debería importarnos más allá de lo que es: algo que nos diferencia, ¡pero se hizo la luz! ¡Llegó la publicidad! La publicidad ha creado un estereotipo de mujer (u hombre en menor medida) joven, caucásica y de 90-60-90 en el más optimista de los casos. Una mujer que, aunque en muy contadas ocasiones sea afroamericana o no esté en los huesos por pura propaganda barata, hacen que quieras imitar, por mucho que tú siempre te hayas visto bien, por mucho que un endocrino le diga a tu hija que está perfecta y por mucho que estés sufriendo por parecer una modelo. Nunca estarás perfecta, anuncios y anuncios de cremas anti-celulíticas, de barritas dietéticas y de aparatos carísimos de gimnasia te recordarán diariamente lo mucho que deberías llorar al mirarte al espejo. Esa diferencia se convierte en desigualdad cuando, como dice la definición de esta última: es una condición que te proporciona un acceso desigual a recursos y servicios; y para mí es una desigualdad que una mujer con unos kilos de más nunca sea una ciudadana de primer nivel, nunca logre puestos de trabajo que otra que se rindió a la publicidad y que nunca llegue a ser de la "jet set", aunque en un principio era algo que no quería, hasta que apareció la publicidad y dominó su mente y sus ideales. Así que sí, la publicidad refuerza estereotipos y adscribe a la gente a una clase social, dependiendo de en qué anuncios sea público objetivo.

No nos olvidemos que hay diferencias, el problema está cuando se convierten en desigualdades, no importa si son causadas por religión, por tradición o por leyes; si alguien piensa lo contrario me gustaría escuchar lo que tiene que decir sobre las castas indias... ¿favorecen una sociedad de crecimiento y, sobretodo, moral? Yo creo que no.


Leticia Soler López

No hay comentarios:

Publicar un comentario