sábado, 5 de marzo de 2011

Mirando hacia otro lado: viejos y jóvenes.

Quisiera destacar varias cosas hoy. En primer lugar, que existe publicidad vieja pero apenas publicidad para viejos. A las pruebas me remito:

Publicidad vieja

Publicidad para viejos


La cuestión no es que no sea rentable, que al fin y al cabo es la principal excusa de la publicidad comercial, sino que la responsabilidad social de la que tanto hablan las empresas no mira hacia estas personas. Es evidente que no se puede generalizar, y que incluso podéis dudar, ¿las ONG enfocan también sus campañas hacia las personas mayores de 65 no? Eso no es publicidad comercial. Comercial de vender, de lucrarse. Y sí, el lucro es menor, pero ¿no se merecen la atención debida? ¿Por qué este afán por crear una sociedad eternamente jóven que consume? En mi opinión no es de extrañar que los adultos critiquen a los jóvenes, pues la sociedad aparta a los adultos, se ven adscritos a su grupo forzosamente, apartados de la diversidad de opciones que existen para los menos longevos. A las pruebas me remito. ¿Tiene usted una edad avanzada? ¿Tiene síntomas de sobrepeso? En cualquier caso habrá notado que en su pueblo apenas existe ropa “clásica” que comprarse, sin colores chillones ni dibujos que desentonen con su carácter, y de todas formas si la ha encontrado… ¡oh amigo! Mire bien que es lo que ha encontrado, porque de su talla ya le aseguro que no es (si es que tiene la típica silueta de persona adulta o anciana). O bien le está corto de cintura, o largo de mangas, o parece que se halla puesto un saco de patatas, o no le entra directamente. El ejemplo está en que la ropa de Stradivarius no le entra ni a las chicas de 30 años…
Con esto pretendía lograr una pequeña reflexión: acordarnos de nuestros abuelos y sus dificultades para comprar. Porque ellos no suelen ser público objetivo. Porque ellos se ven obligados a ir a grandes ciudades para poder elegir. Miremos bien la sociedad consumista en la que estamos, que no todo es oro lo que brilla.
Y hablando de brillar…brilla por su ausencia la igualdad de acceso a la cultura. Al cine, museos, teatros… Para los grupos de renta alta no supone un problema, pero para los de renta mediana o baja sí. Lo mismo que comprar una vivienda o pagarse la medicina. Existen pues desigualdades sociales derivadas de las diferencias de renta y de riqueza. Riqueza que en España no crece al no poder ahorrar los trabajadores ante el actual nivel de paro y salario. Un nivel que ofrece menor flexibilidad que en Europa en el mercado de trabajo a consecuencia del franquismo. Debido a que España es una sociedad proteccionista también. En la que triunfan los nacionalismos, consecuencia de la anterior represión franquista. Esto provocó un desarrollo económico diferente en ciertas zonas, e intereses divergentes entre terratenientes y burgueses. Consecuencia de ello es que la actual sociedad ha puesto en crisis el dominio político burgués. La manera de consumir genera frustraciones sociales, pues el estado de bienestar que debería garantizar unos mínimos como la vivienda se ha despreocupado de ello a favor de la especulación inmobiliaria, de los terratenientes de hoy en día. Todo esto legitimado por el tradicional discurso de “Spain is different”, y por las tradiciones de nuestra sociedad: siesta, toros, aspectos relacionados con la religión… Ésta última de gran calado en nuestra sociedad, provocando situaciones como que la mujer tenga menor presencia en el mercado de trabajo y que su salario sea menor (discriminación que se apoya en el papel secundario de la mujer en el catolicismo), o que España sea una sociedad muy consumista, al haberse liberado en parte de las privaciones previas, del catolicismo impuesto en el franquismo…
Existen desigualdades por razón de renta, de género, y también por razón de edad. Ya hemos dicho que los viejos tienen menos opciones para elegir. Pues bien, viejos seremos todos, con poder adquisitivo relativo, ordenados en distintas clases sociales según nuestros logros en esa escala, en un marco aparentemente democrático. La cuestión es cuántos llegaremos de verdad a ser viejos. ¿Cuántas personas seremos en un futuro los olvidados por esta sociedad consumista, y por ende por la publicidad? Pues si las cosas siguen así, es decir, jóvenes haciendo botellón y drogándose: pocos. La sociedad es “jóven” en sus miras, pero los jóvenes son los que menos miran por ellos. Las campañas de concienciación apenas tienen calado en esta sociedad. No sólo es que morirán por destrozarse los riñones, hígado y demás. Sino que no tendrán descendencia. Y otra vez, a las pruebas me remito por desgracia: http://www.heraldo.es/noticias/sociedad/el_los_jovenes_podria_tener_problemas_fertilidad_por_baja_calidad_semen.html

La solución al problema lo plantea la doctora al final del artículo: la doctora López Teijón aseguró que "lo único" que mejora la calidad del semen en individuos sanos y sin problemas es "eyacular mucho, solo o acompañado", porque de esa manera se eliminan los espermatozoides muertos”.

Y nuestra sociedad, con sus múltiples líderes de opinión, continúa ciega hacia el futuro. Otro ejemplo de refuerzo de un grupo social (que a la larga provoca frustración en la sociedad) es el de la postura del Vaticano respecto a esto. Véase: http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/iglesia-insiste-masturbarse-pecado/csrcsrpor/20060410csrcsrsoc_1/Tes
El Papa, como director de comunicación de esta institución, se está ganando adeptos gracias a esto. Nótese la ironía.
Es una sociedad con enfrentamientos morales, tanto en la sexualidad como en el matrimonio o el aborto. Sociedad a la que llegan nuevas ideas gracias a la inmigración. Sociedad con una desigualdad en las coberturas sociales, estando la jubilación como forma de cargar a los jóvenes el pago de la deuda social. Jóvenes con escasa disponibilidad económica que intentan evadirse de esta realidad mediante prácticas peligrosas. Jóvenes que recelan de sus antecesores que no han sabido procurarles un futuro digno. Ni tan siquiera la universidad garantiza un puesto de trabajo, dada la escasa inversión en puestos de trabajo cualificados en este país.
España era una sociedad de consumo que vivía en una burbuja, espoleada por la caída del franquismo y sin un control asociacionista adecuado. El egoísmo de los individuos, la demostración de poder en el marco de libertad democrática, a través de la riqueza personal, ha llevado a este país a los mayores escándalos de corrupción pública. Y la publicidad política ha sido utilizada para encubrir y manipular a los votantes. Hasta el punto de que se habla de integración de los inmigrantes, en ambos bandos de la política española (que sirven de legitimación ideológica), cuando éstos tienen contratos que no cumplen con el salario mínimo interprofesional fijado por ley (ley que legitima la desigualdad de las clases sociales españolas al haber un mínimo de acuerdo al estado de bienestar). Inmigrantes que no se quejan de su situación debido a la relación de sumisión al poder que mantienen con los terratenientes, los dueños de las tierras. Y no se quejan, en parte, porque el escaso acceso que poseen (y que les brinda el gobierno y los ciudadanos dada su poca preocupación) al conocimiento les impide una reflexión y agrupamiento mayor para solucionar su desigualdad. Lo que al final les lleva a no integrarse, tal como se ve en la película “La clase” de Laurent Cantet. El español acusa al inmigrante de la situación en crisis, porque lo ve como un rival, alguien que pone en duda su posición superior de poder, cuando no se da cuenta de que el inmigrante ocupa puestos de trabajo que el español rechaza ocupar.

Sinceramente, hay que plantear una buena estrategia de comunicación para solucionar el problema de la pérdida de valores y de moral a la que ha conducido la sociedad de consumo. La sociedad que olvida a los ancianos. La misma que lleva a los jóvenes a destruir sus cuerpos, drogándose en exceso como las estrellas mediáticas actuales (Amy Winehouse, Charlie Sheen, actores de Skins…), para sentirse identificados con un grupo dado que están adscritos a la clase social sin poder adquisitivo propio. La misma pérdida de valores que lleva a la iglesia a buscar el enfrentamiento entre clases mediante lecturas simplonas de la biblia. Hay que ver que el problema no está en el uso del condón o no, sino en las causas de fondo que conllevan al uso mayoritario del condón. Lo que de verdad importa analizar es que en las empresas se siga priorizando a los hombres respecto a las mujeres, dado que ellas pueden quedarse embarazadas. Que el salario actual de las personas reduzca el crecimiento demográfico dado que las familias no se pueden permitir tener 2 hijos o una vivienda. Problemas relacionados con la sociedad de consumo en la que estamos inmersos, la cual abre más las puertas a la libertad cuando hay mayor crecimiento económico, buena representación política… El objetivo es lograrlo. Y no es un objetivo fácil.
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Joaquín Muñoz D'Ocón

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